Yorlis Luna, 11 de agosto 2021

Ir al mercado popular en el pacífico de Nicaragua es sentir la inmensa fortaleza del nicaragüense en todo momento y ver la realidad viva que trastoca más allá de las mentiras que los medios masivos de desinformación dicen sobre Nicaragua. Voy al mercado y veo los estantes llenos de verduras, frutas frescas y locales, pregunto por unos jengibres y me dice la joven con mucho orgullo: “¡son de hoy, hoy los cortaron…huélalos están frescos!”.
Que orgullo, cuando en el mundo es un lujo consumir productos frescos y locales, Nicaragua esta abarrotada de comida sana y con identidad popular. Sigo caminando y un vendedor de hortalizas con mucha amabilidad me dice “¡que lindo su niño, verdad que son lindos los niños hay que cuidarlo…fíjese que las cosas no son como antes, por donde no he andado yo…uuu viera…verdad que sí la vida ha cambiado”. Esas palabras me llegaron al corazón, el pueblo trabajador sabe que las cosas han cambiado durante todos estos 14 años.
Pero cómo no sentir el cambio si aquí es un país donde la seguridad ciudadana ha crecido cada año, aquí se vive en paz, podes ir y venir sin miedo, sin el fantasma del temor que te roben a ti o tus hijos, que te extorsionen o exijan participar en una pandilla o mara. Se respira tranquilidad, alegría, bulla, sudor y trabajo en paz, una realidad que es un sueño lejano para las clases populares en los otros países centroamericanos. Aquí, donde la economía popular se fortalece con la gestión de un estado que garantiza no solo la seguridad pública, sino que la salud, educación y recreación no sea un privilegio de pocos.
Dicen que los ojos son los espejos del alma y en los ojos de la gente en el mercado municipal poder ver como palpita la ternura, la rudeza, la alegría, la esperanza y la dignidad, será talvez porque ahí en las angostas calles de ese mercado ancestral se esconde el alma rebelde del pueblo. Cuando en el mundo se vive una guerra continua de las clases poderosas contra la gente pobre, aquí en la Nicaragua de mil batallas, la lucha es contra la pobreza estructural heredada por el saqueo colonial y neocolonial, es contra la arrogancia de las clases poderosas dentro y fuera del país.
Qué orgullo vivir en este país, donde las manos campesinas, arrugadas y cansadas, el delantal típico de las mujeres comerciantes de rostros negros, mestizos e indígenas y sus pregonares alegres anuncian que sigue la resistencia al odio clasista. Que un pequeño país se digne en construir su historia y le conteste a los imperios no es ninguna altanería más bien es honrar la sangre derramada por muchos siglos y abrazar nuestras raíces. Camino y camino en el mercado popular, ahí en el rostro de mujeres, jóvenes y adultos siguen las familias trabajando, soñando y construyendo un futuro mejor. A pesar de lo que digan afuera, aquí es otra Nicaragua.