Yorlis Luna, 24 de agosto 2021
Un día de estos visité las ruinas de León Viejo, la primera ciudad creada por los españoles. Este sitio es un ejemplo viviente que en Nicaragua fluye una particular belleza natural desde sus campos hasta sus volcanes abrazados por el agua amorosa de sus lagos. Pero también que en esta tierra se respira memoria de historias tristes y trágicas, pero también una necedad incansable de reinventar los amaneceres, la esperanza y las formas de resistencia.
Esa visita me recuerdo la conquista cruel y dolorosa que baño de sangre nuestro continente, para saquear la fuerza de los cuerpos, mente y la tierra de nuestros ancestros, aquella humillación y robo sin límite disfrazada de evangelio. Aquella que solo fue un saqueo, el único interés era el oro y los esclavos, a como muestra las ruinas de esa ciudad, en donde el tamaño de la casa de fundición superaba a creces el tamaño de los templos. En la casa de fundición se fundía el oro y marcaba con hierro ardiente los pechos, espaldas y rostros de los esclavos. Así, con la espada y la cruz a como dijo Galeano “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”.
En esa época nosotras las mujeres fuimos la mercancía preciada porque proveíamos los hijos, sus cuerpitos eran la mayor riqueza de los conquistadores: los esclavos. El sistema de encomienda garantizó que los conquistadores robaran la tierra y recursos naturales, se sentían dueños, gente culta y superior cuando solo eran unos ladrones llenos de codicia y odio, su privilegio fueron los apellidos comprados a la corana española con monedas de oro bañadas de sangre. La esperanza para nuestros ancestros era huir, escapar de las encomiendas, escapar de la esclavitud.
Resistir creando otros mundos, resistir escondiendo los saberes, guardándolos en el subsuelo de la cultura. Los tiempos parecen cambiar, pero en realidad no, seguimos viviendo en un mundo colonial, donde el norte global se siente superior, siguen creyendo que nosotros los indígenas, afrodescendientes, caribeños, mestizos, mujeres, campesinos, obreros no sabemos nada y que ellos nos tienen que guiar, que ellos si saben dirigir el estado, ¡clase farsa! Por eso les molesta y les ofende hasta las entrañas que un país pequeño tengo al pueblo organizado para la construcción de su propio destino.
Pero también se escucha algunos curas por aquí y por allá manipulando la realidad, así como cuando le leía la biblia en latín a nuestros ancestros y les decían que ellos no tenían alma, o cuando bendecía a los marines para que fuera a matar a Sandino y su ejército. Veo también a algunos pseudoperiodistas de la clase media desclasada y sin consciencia histórica, aquellos que se avergüenzan de haber nacido aquí, que escupen sus raíces a pesar de las facciones de su cara, aquellos que como decía Gabriela Mistral al despreciar sus raíces se desprecian a sí mismo, por eso miran hacia el norte, al amo blanco y se ensaltan de sus relaciones con su patrón y las migajas que les dan, es que esos se sienten superiores al resto, por eso no les da la más mínima vergüenza repetir historias falsas para seguir manipulando. La historia se repite, las mentiras se repiten una y otra vez.
Sin embargo, a pesar de la ofensiva permanente neocolonial sobre Nicaragua. En las calles y poblados los fieles sandinistas siguen visitando las iglesias y luego van a las actividades organizadas por el frente para frustración de la elite eclesial. Las mujeres siguen liderando todos los sectores de la economía, dando ejemplo en el mundo. La gente disfruta de hospitales nuevos en tiempos de covid. Los pueblos más lejanos y polvosos ahora se visten con caminos y las carreteras dignas, los parques lucen llenos de familias y niños gritando con algarabía. Nicaragua sigue poniéndose cada día más bonita con infraestructuras, inversión pública directa para el bienestar del pueblo. Todo para una vida cotidiana con alegría, donde todos seamos respetados.
Aquí el mismo pueblo gestiona su gobierno y las instituciones del estado, para el bien del pueblo. Aquí pueblo y gobierno no son sujetos antagónicos, son los Sánchez, los Martínez, los González, los Pérez, los Hérnandez, son gobierno y pueblo a la vez. Y aunque les duela a muchos, Nicaragua sigue a punta de sudor y sacrificios reinventando resistencias contemporáneas y se levanta encima del dolor y las cenizas de un mundo colonial y neocolonial.
