Moisés Absalón Pastora, Detalles del Momento 24 de mayo 2022
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Aquel que lleno de odio y resentimiento tira la piedra y esconde la mano, pretendiendo creer que nadie lo vio, que el adoquín que lanzó en la frente de su próximo apenas causó un rasguño, cuando se siente descubierto, como el cobarde que es, entonces se victimiza y trata de convencer a los demás que el culpable es el que fue agredido y no el y para sus efectos se declara mártir y perseguido para agenciarse piedades ajenas que por supuesto no merece ni logra.
Así están algunos sotanudos, unos de alta jerarquía y otros del montón, pero no menos terroristas, que con enormes pecados encima, lo que por supuesto es un piropo -usted escuche o lea mejor- crímenes sobradamente probados, hoy estridentemente, hacen ruido con el cuento de que son perseguidos y que están siendo asediados, por defender al pueblo nicaragüense, de una “dictadura” que les ha permitido de todo.
Uno de estos sotanudos es Rolando Álvarez y concentraré en este obispo nuestro cotidiano tema editorial porque el individuo, al final un pecador de carne y hueso, bajo un hábito que le queda inmensamente grande se declaró en “ayuno” como una demostración de “amor” para todos aquellos que lo “mal quieren” por el rol de profeta asumido desde el púlpito que en realidad es una plataforma que dispara indiscriminadamente contra la paz y estabilidad de Nicaragua y de sus ciudadanos.
Para una ofensiva política, de las muchas que sostenidamente lanzan algunos miembros de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, para crear ambientes que propicien el caos, la anarquía y los actos terroristas que ya conocemos y que tenemos conjurados, es legítimo que nosotros los ciudadanos reaccionemos y yo lo hago desde estos micrófonos contra esa actitud mercenaria que es pagada por nuestro más cobarde agresor, Estados Unidos, porque no quiero mañana reclamarme no haber dicho o hecho nada contra los que continúan insistiendo en destruir al país a nombre de Dios como lo religiosos que en realidad son políticos.
Mi tiré una carcajada escuchar a Rolando Álvarez decir que se sometía a un ayuno y más cuando le preguntaron hasta dónde sería capaz de llegar. Me reí porque es otra de sus tantas cosas que pintan su arrogancia, su inocultable protagonismo y vanidad de creerse santo, pero que le arrebatan el hábito que nunca jamás lo convertirá en monje.
Uno ayuna por muchas cosas. Por ejemplo, por razones médicas como cuando uno se va a realizar un examen de sangre; Uno ayuna para liberar el cuerpo de algunas toxinas; Uno ayuna para bajar de peso y seguramente por otras razones. Sin embargo, uno de los ayunos más generalizados es el religioso que puede consistir en no comer nada en días determinados, no comer nada desde el amanecer al anochecer por un tiempo determinado o no comer alimentos como carne, lácteos ni huevos por varias semanas seguidas y hay mucha gente que lo hace. Sobre este tema, en lo personal, tengo mi propio concepto porque pienso, desde la perspectiva del ayuno espiritual, que es distinto a lo religioso, que lo que daña no es lo que entra a nuestro cuerpo sino lo que sale.
El verdadero ayuno que Rolando Álvarez debe hacer para que sea efectivo, no es dejar de ingerir alimentos sólidos, sino dejar de escupir maldiciones todos los días contra el país y contra sus ciudadanos. Este individuo que así mismo se descalifica para ser merecedor de cualquier tipo de respeto no desperdicia tiempo, espacio o lugar para vomitar odio y resentimiento contra cualquier circunstancia que a los nicaragüenses nos represente paz y lo que expreso no es una campaña, sino una denuncia pública de actitudes que son delictivas y que de ninguna manera, por el hecho de vestir una sotana, lo exime de ser un sujeto cualquiera, común y corriente, para que se le aplique la ley porque ante esta ni él es más que yo, ni yo más que él, pero lo que hace desde el púlpito a mí me afecta, como igual afecta al nicaragüense que quiere paz y trabajo para enfrentar o aminorar la crisis que ya vive el planeta y que entre otras cosas, para hacerla más llevadera, necesita oraciones no mensajes de odio que es la basura que sale de la boca de este falso “profesional de la fe” que no termina de explicar aun cómo es eso de las amenazas de muerte contra un cura de allá de Estelí.
El ayuno de Rolando Álvarez debe ser de palabras hirientes porque la sinrazón lo sobrepasó y es tanto su resentimiento y frustración por no verse aceptado como el pretendido salvador que finalmente terminó percibido como un poseído del demonio.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de amargura porque lo que traslada es la frustración de no verse considerado como sabio dentro de la Conferencia Episcopal que lo observa como un cipote inmaduro al que la investidura de obispo le quedó inmensamente grande.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de ira porque todo lo ve con odio y quiere que los demás nos intoxiquemos con ese veneno que no le permite la mansedumbre que demanda la formación espiritual en todo religioso que diga ser un predicador de la palabra de Dios.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de pesimismo porque es de esos fatólogos que cuando se desmaya en vez de volver en sí vuelve en no para negar lo más importante en todo pastor, ser optimista en la esperanza.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de preocupaciones hipócritas porque asume la apariencia de cargar las tragedias que solo él dice existen en Nicaragua, pero no ha sido capaz de dar un aporte para ser solución a los problemas, por el contrario, sigue siendo la gasolina para la hoguera.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de quejarse porque desayuna, almuerza y cena, amarguras que como basura lanza contra todos, incluso ensoberbecidamente hasta contra sus propios colegas a los que amenaza de muerte sino se cumplen sus mandatos dictatoriales.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de presiones porque las recibe de quien le paga para hacer lo que hace para que genere resultados en el pretendido imperial de que en Nicaragua se desate el caos y otra vez nos bañemos de sangre.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de tristezas porque la falta de alegría lo está haciendo ver diablos azules por doquier a los que acusa de acoso y persecución.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de egoísmo porque estando el bien no le importa que los demás estemos mal porque su verbo encendido por el odio está únicamente dirigido al reconocimiento y beneficio de las élites oligárquicas que lo envalentonan descaradamente como su político bajo la manga cuando abiertamente ya se consagró como un ordinario politiquero.
El ayuno que Rolando Álvarez debe hacer es de falta de perdón, de falta de un espíritu de reconciliación que no se le ve por ningún lado, aunque continuemos respirando el fétido sangriento con el que él y sus socios enlutaron a nuestro país en aquel trágico 2018.
Si este ayuno lo llegasen a hacer Rolando Álvarez y sus socios el país, la nación, todos los ciudadanos nos llenaríamos de paz, de confianza, alegría y vida y no es que no tengamos en nuestros corazones esos nobles elementos, sino que serviría para que el Creador perdone a los que aquí dicen ser sus representantes.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA