Arlen Cuadra, 4 de noviembre 2016
Nací en 1979. Siempre he pensado, que a pesar de las dificultades del parto de mi madre, nací en días en que todo a mí alrededor era alegría y euforia ante el emotivo sentimiento recién inaugurado de libertad del pueblo nicaragüense, que tenía apenas un mes de haber sido liberado de la tiranía más oscura y más cruel registrada por la historia de nuestra Patria.
Mi niñez, que transcurrió durante toda la década de los años 80s se vio florecida por el nacimiento de nuevos horizontes, de una nueva patria llena de oportunidades, muchas cosas me recuerdan esa sensación de que por primera vez tenían nombre, a como muchos por primera vez tenían palabra, voz y libertad. Eran tiempos en los que los hombres y las mujeres se sentían con el fuego de los dioses en las manos, o como si los anhelos de luz y verdad por primera vez podían alcanzarse.
Pero también mi niñez, estuvo llena de miedos, de temores oscuros, no le temía al coco, ni a las imágenes de algún cuento de terror narrado por los mayores, le temía a la guerra, a la intervención norteamericana y a Ronald Reagan, que amenazaban constantemente a mi patria como una pesadilla que nos obligaba desde niños a prepararnos para defendernos y defender las conquistas justas y más humanas de una revolución naciente. Había temor, y también había valentía y coraje, pero sobre todo, había anhelos de paz.
En 1984, era muy pequeña para vivir lo que contaban mis padres, se dieron las primeras elecciones libres y fueron varias organizaciones convocadas a este proceso, una parte de ellas decidió no participar porque consideraban que de esa manera deslegitimarían el proceso electoral y debilitarían a la revolución, no lo lograron. En esa ocasión ganó el Frente Sandinista y los impulsadores del odio se manifestaron con más odio, con más guerra, con claros objetivos de volver al pasado.
Poco antes de febrero de 1990, yo tenía 10 años, era la primera vez que participaba activamente en un proceso electoral democrático convocado por el Consejo Supremo Electoral que podía en aquel entonces ser señalado como Sandinista, participé en la medida de mis pequeñas posibilidades, en lo que mi corta edad me permitió, junto a mi abuela materna -una inclaudicable mujer que había sido colaboradora en la lucha contra el Somocismo- recorrimos varias calles colocando propaganda de los que en el juego democrático considerábamos eran los mejores candidatos para los cargos de diputados, alcaldes, concejales y por supuesto presidente y vicepresidente, recuerdo todavía el olor del almidón en mis manitos pequeñas, desesperadas por crecer y poder hacer algo más por mi Patria.
El 26 de febrero de 1990, la organización política que estaba en el poder y que había impulsado la revolución, fuerza política que mi familia y yo apoyábamos, perdía las elecciones, el país y el mundo lo escuchaba de la voz del propio Comandante Daniel Ortega Saavedra miembro de la dirección nacional y candidato del FSLN a presidente en aquellas elecciones. El juego democrático en ese momento, cambiaba el rumbo de la historia, Nicaragua se había pronunciado, ganaba la UNO, la Unión Nacional Opositora, encabezada por doña Violeta Barrios y formada por varios partidos de derecha. Ya para entonces el gobierno había comenzado los acuerdos de paz, y el objetivo principal era conseguirla. La derrota electoral fue aceptada.
En 1996, participé en las mesas electorales, en aquel entonces era una estudiante a punto de terminar el bachillerato gracias a una beca escolar y el sacrificio casi sobre humano de mis desempleados padres. En esas elecciones, recuerdo que corrían 23 partidos, 23 casillas, al menos eso recuerdo de la boleta para presidente. Mi familia, fue a votar en pleno. A las 7 de la mañana ya estábamos todos en las juntas receptoras de voto que nos correspondía estar, y votamos por la única organización política que siempre hemos votado, y perdimos las elecciones. La presidenta del Consejo Supremo Electoral era Rosa María Zelaya, una militante del MRS, su esposo Jorge Sampers era candidato también del MRS, es decir que la señora era juez y parte en esa elección, pero eso no fue el nancite desabrido, lo que sí fue antidemocrático y totalmente cuestionable es que el MRS aliado con los sectores de la oligarquía en la Asamblea nacional había orquestado una reforma legal que precisamente permitía que las fuerzas políticas sin representación popular pudieran desplazar a fuerzas políticas de mayor respaldo popular, anulando la intención de la mayoría de los nicaragüenses, y fue exactamente de la manera en que el esposo de la Presidenta del CSE de aquellas elecciones llegó a ser diputado del MRS con una cantidad ridícula de votos obtenidas en unas cuantas juntas receptoras de votos. Cabe señalar que aquellas elecciones de 1996 fueron las más cuestionadas de la historia y las que dejaron una clara evidencia de fraude electoral, con boletas electorales aparecidas en los cauces de Managua marcadas a favor del FSLN. Ganaba las elecciones Arnoldo Alemán.
Después de la derrota del 90, aun con el fraude electoral del 96, y a pesar de la campaña sucia imprimida a las elecciones del 2001 en las que resultó ganador el neoliberal Enrique Bolaños, incluyendo las elecciones municipales del 98 y 2000, mi familia y yo fuimos a votar, aun cuando nuestros votos no eran suficientes o las circunstancias adversas no permitían una victoria real. Votamos de la misma forma en las elecciones municipales del 2004, 2008 y 2012, en las presidenciales del 2006 y en el 2011. Hoy, a dos días de las elecciones presidenciales de este 2016 también vamos a votar. Hemos experimentado de todo, es decir, hemos votado y hemos perdido, hemos votado y nuestra opción política no ha alcanzado la victoria, pero también un día, votamos y vencimos y venció el pueblo en el 2006.
Y seguiremos votando porque en 1984 esta Patria decidió que la manera de expresarse entre nicaragüenses deben ser las urnas, que el voto es la manera en que Nicaragua habla, opina y cumple con el deber de elegir. Vamos a votar porque esta es la manera cívica y democrática de plantar una opinión y de construir una patria libre y en paz, esa paz anhelada durante la infancia de muchas generaciones, esa paz por la que muchos nicaragüenses entregaron su vida, esa paz que es un bien común a preservar y resguardar como algo sagrado. Por todas estas razones, este 6 de noviembre de una año de históricas victorias la mejor manera de hacer Patria es votando.